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1 chambergo sonaba hueco y pronto de sus bordes empezaron a formarse goteras. Para que éstas no me cayeran en el pescuezo, requinté sobre la frente el ala, bajándola de atrás a fin de que el chorrito se escurriese por la espalda.

La primer reacción ante la lluvia, según más tarde pudo argumentar mi experiencia, es reír aunque muchas veces nada bueno traiga consigo la perspectiva de una mojadura. Riendo, pues, aguanté aquel primer ataque. Pero tuve muy pronto que dejar de pensar en mí, porque la tropa, disgustada por aquel aguacero que los cegaba de frente, quería darle el anca y se hacía rebelde a la marcha.

Como los demás, tuve que meterme entre ellos to llenábaseme la boca de agua, obligándome esto a escupir sin descanso. Con los movimientos me dí cuenta de que mi ponchito era corto, lo cual me proporcionó el primer disgusto.

A la media hora, tenía las rodillas empapadas y las botas como aljibe.

Empecé a sentir frío, aunque luchara aún ventajosamente con él. El pañuelo que llevaba al cuello ya no hacía de esponja y, tanto por el pecho como por el espinazo, sentí que me corrían dos huellitas de frío.