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Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/134

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—No te me enojéh'ermanito. Sos como la cañada'e la Cruz; tenés tus retazos malos y tus retazos güenosconcluía yo, volvien—Válganme los güenos do a mi fandango.

Sin embargo, la animación crecía y éranos casi necesario un apuro de ritmos, cuando el bastonero golpeó las manos:

—¡Vamoh'a ver, un gato bien cantadito y bailarines que sepan floriarse!

El acordeonista dió sitio al guitarrero que iba a cantar.

Los cuatro bailarines se colocaron cerca de los músicos. Las mujeres miraban el suelo, mientras los hombres requintaban el ala de sus chambergos.

— Empezaron a rasguear los mozos de las guitarras. Las manos de muñecas flojas pasaban sobre el encordado, con acompasado vaivén, y un golpe más fuerte marcaba el acento, cortando como un tajo el borrón rítmico del rasguido.

El latigazo intermitente del acento, iba irradian do valentías de tambor en el ambiente. Los bailarines, de pie, esperaban que aquello se hiciera alma en los descansados músculos de sus paletas bravías, en la lisura de sus hombros lentos, en las largas fibras de sus tendones potentes.