Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/46

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 44 —

ojos. No pestañeé siquiera, esperando que pasara aquella atención.

Sin embargo, las palabras de Goyo habían hecho su efecto. Ser despierto, aunque pasando los límites de la buena conducta, es un mérito que el paisano aprecia.

Goyo me llamó desde la puerta diciendo que desenfrenara mi petizo, que él me enseñaría dónde estaba la bebida para que le diera un poco de agua. Esto no era más que una maniobra para hablarme a solas. Ni bien nos encontramos afuera, me dijo:

—Vos te has juido' e' el pueblo.

—No digas nada hermanito, mirá que me comprometés.

—¿Te comprometo? ¡qué traza!... y ¿vah'a trabajar?

—¿Y de no?

—Güeno... dale agua al petizo... Mirá, allí viene el mayordomo.

Esperamos que un inglés acriollado llegara hasta nosotros y, después del saludo, hice mi pedido.

—No tengo trabajo que dar — dijo bajando del caballo.

—Entonces ¿me da permiso pa comer? Enseguidita después me voy.