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—No, señor; contestó Valerio.

El tiempo está muy pesao pa los animales... Pensamos, más bien, con su licencia, echar una siestita y caminar un poco de noche, si Dios quiere.

¡Qué placer indescriptible me dió aquella respuesta! Instantáneamente sentí mis miembros alargarse en un descanso aliviador y toda mi buena disposición volvió a mí como por magia.

—¡Lindo!

exclamé, escupiendo por el col1 <—94— millo.

Uno de los peones me miró sonriente:

—Has de ser nuevo en el oficio.

—Sí — dije como para mí se va gastando.

— —¡Oh! comentó un viejo antes de gastarte tenés que dir p'arriba.

—Si es apuradazo replicó Pedro Barrales.

Hoy ya subió un potrillo; iba descolgándosele por la paleta, que no le quería bajar el rebenque. Es de los que mueren matando.

— soy un nuevo que — —¡Güen muchacho! — dijo el viejo con los ojos risueños de simpatía. Tomá un mate dulce por gaucho.

—Lo habré merecido cuando no me voltee, Don.

—Será mañana, pues.