El uno se sonreia en sueños, el otro se despertó y me llamó: ¡asesino! Los miré fijo y con estupor; despues rezaron y se quedaron dormidos.
Como una piedra.
El uno dijo: «Dios nos bendiga,» y el otro: «Amen.» Yo no pude repetirlo.
Calma ese terror.
¿Por qué no pude responder «Amen?» Yo necesitaba bendicion, pero la lengua se me pegó al paladar.
Si das en esas cavilaciones, perderás el juicio.
Creí escuchar una voz que me decia: «Macbeth, tú no puedes dormir, porque has asesinado al sueño.» ¡Perder el sueño, que desteje la intrincada trama del dolor, el sueño, descanso de toda fatiga: alimento el más dulce que se sirve á la mesa de la vida.
¿Por qué esa agitacion?
Aquella voz me decia alto, muy alto: «Glámis ha matado al sueño: por eso no dormirá Cáudor, ni tampoco Macbeth.»