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MACBETH.

riendo. Macheth mostró mucho sentimiento por la muerte de Duncan... ¡Es claro, como que estaba muerto! Banquo salió á pasear muy tarde, y quizá le mataria su hijo, puesto que huyó en seguida.—¿Y á quién se le ocurre salir á pasear de noche?... ¿No fué cosa monstruosa el parricidio de Malcolm y Donalbáin? ¡Cómo le angustió á Macbeth!... Tanto que en seguida mató á los guardas, dominados por el sueño y el vino... ¡Lealtad admirable!... ó gran prueba de talento. Hizo bien, porque ¿quién hubiera podido oir con calma que negaban el crímen? A fe mia que si cayeran en manos de Macbeth (lo cual no es fácil, ni Dios permita) los hijos de Duncan, ya habian de ver lo que es matar á su padre, y lo mismo el hijo de Banquo. Pero callemos, que por hablar demasiado y por huir de la mesa del Rey, anda perseguido Macduff. ¿Sabes dónde está?

EL SEÑOR.

Malcolm, el heredero del trono de Duncan, usurpado por ese tirano, vive en Inglaterra, al amparo del santo rey Eduardo, y dando brillantes muestras de lo claro de su estirpe. Macduff ha ido á aquella córte, á solicitar el auxilio del valeroso duque Suardo. Con su ayuda, y sobre todo con la del Dios de los ejércitos, no volverá el puñal á turbar nuestros sueños, y vivirán seguros los leales. La indignacion del Rey, al saberlo, ha sido tanta, que va á declarar la guerra.

LÉNNOX.

¿Y no llamó antes á Macduff?

EL SEÑOR.

Sí le llamó, pero él contestó rotundamente que no, volvió la espalda al mensajero, y parecia decir entre dientes: «Muy cara os ha de costar mi respuesta.»

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