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MACBETH.
MALCOLM.

Véngate como un hombre.

MACDUFF.

Si que me vengaré, pero soy hombre, y siento y me atormenta la memoria de lo que más quise en el mundo. ¡Y lo vió el cielo y no se apiadó de ellos! ¡Ah, pecador Macduff, tú tienes la culpa de todo! Por tí han perecido aquellos inocentes. ¡Dios les dé la gloria eterna!

MALCOLM.

Tu dolor afile tu espada é inflame tu brío. Sírvate de aguijón y no de freno.

MACDUFF.

Aunque lloraran mis ojos como los de una mujer, mi lengua hablaria con la audacia de un varón, ¡Dios mio, ponme enfrente de ese demonio, y si se libra de espada, consentiré hasta que el cielo le perdone!

MALCOLM.

Esas ya son palabras dignas de tí. Vamos á despedimos del Rey de Inglaterra. Sólo nos falta su permiso. Macheth está á la orilla del precipicio. El cielo se declara en favor nuestro. Tregua á vuestro dolor. No hay noche sin aurora.