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Y JULIETA.
PÁRIS.

Los dos sois iguales en nobleza, y no debierais estar discordes. ¿Qué respondéis á mi peticion?

CAPULETO.

Ya he respondido. Mi hija acaba de llegar al mundo. Aún no tiene más que catorce años, y no estará madura para el matrimonio, hasta que pasen lo menos dos veranos.

PÁRIS.

Otras hay más jóvenes y que son ya madres.

CAPULETO.

Los árboles demasiado tempranos no prosperan. Yo he confiado mis esperanzas á la tierra y ellas florecerán. De todas suertes, Páris, consulta tú su voluntad. Si ella consiente, yo consentiré tambien. No pienso oponerme á que elija con toda libertad entre los de su clase. Esta noche, segun costumbre inmemorial, recibo en casa á mis amigos, uno de ellos vos. Deseo que piseis esta noche el modesto umbral de mi casa, donde vereis brillar humanas estrellas. Vos, como jóven lozano, que no hollais como yo las pisadas del invierno frio, disfrutareis de todo. Allí oireis un coro de hermosas doncellas. Oidlas, vedlas, y elegid entre todas la más perfecta. Quizá después de maduro examen, os parecerá mi hija una de tantas. Tú (al criado) véte recorriendo las calles de Verona, y á todos aquellos cuyos nombres verás escritos en este papel, invítalos para esta noche en mi casa. (Vanse Capuleto y Páris.)

CRIADO.

¡Pues es fácil encontrarlos á todos! El zapatero está condenado á usar la vara, el sastre la horma, el pin-