quistar tu mano que el de la cajita dispuesta por tu padre.
Aunque viviera yo más años que la Sibila, me moriria tan vírgen como Diana, antes que faltar al testamento de mi padre. En cuanto á esos amantes, me alegro de su buena resolucion, porque no hay entre ellos uno solo cuya presencia me sea agradable. Dios les depare buen viaje.
¿Te acuerdas, señora, de un veneciano docto en letras y armas que, viviendo tu padre, vino aquí con el marqués de Montferrato?
Sí. Pienso que se llamaba Basanio.
Es verdad. Y de cuantos hombres he visto, no recuerdo ninguno tan digno del amor de una dama como Basanio.
Mucho me acuerdo de él, y de que merecia bien tus elogios. (Sale un criado.) ¿Qué hay de nuevo?
Los cuatro pretendientes vienen á despedirse de vos, señora, y un correo anuncia la llegada del príncipe de Marruecos que viene esta noche.
¡Ojalá pudiera dar la bienvenida al nuevo, con el mismo gusto con que despido á los otros! Pero si tiene el gesto de un demonio, aunque tenga el carácter