Por culpa mia sucumbe este noble caballero, tan cercano deudo del Príncipe. Estoy afrentado por Teobaldo, por Teobaldo que ha de ser mi pariente dentro de poco. Tus amores, Julieta, me han quitado el brio y ablandado el temple de mi acero.
(Que vuelve.) ¡Ay, Romeo! Mercutio ha muerto. Aquella alma audaz, que hace poco despreciaba la tierra, se ha lanzado ya á las nubes.
Y de este dia sangriento nacerán otros que extremarán la copia de mis males.
Por allí vuelve Teobaldo.
Vuelve vivo y triunfante. ¡Y Mercutio muerto! Huye de mí, dulce templanza. Sólo la ira guie mi brazo. Teobaldo, ese mote de infame que tú me diste, yo te le devuelvo ahora, porque el alma de Mercutio está desde las nubes llamando á la tuya, y tú ó yo ó los dos hemos de seguirle forzosamente.
Pues vete á acompañarle tú, necio, que con él ibas siempre.
Ya lo decidirá la espada. (Se baten, y cae herido Teobaldo.)
Huye, Romeo. La gente acude y Teobaldo está muer-