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ROMEO
(Entran el Príncipe con sus guardias, Montescos, Capuletos, etc.)
EL PRÍNCIPE.

¿Dónde están los promovedores de esta reyerta?

BENVOLIO.

Ilustre Príncipe, yo puedo referiros todo lo que aconteció. Teobaldo mató al fuerte Mercutio, vuestro deudo, y Romeo mató á Teobaldo.

LA SEÑORA DE CAPULETO.

¡Teobaldo! ¡Mi sobrino, hijo de mi hermano! ¡Oh, Príncipe! un Montesco ha asesinado á mi deudo. Si sois justo, dadnos sangre por sangre. ¡Oh, sobrino mió!

PRÍNCIPE.

Dime con verdad, Benvolio. ¿Quién comenzó la pelea?

BENVOLIO.

Teobaldo, que luego murió á manos de Romeo. En vano Romeo con dulces palabras le exhortaba á la concordia, y le traia al recuerdo vuestras ordenanzas: todo esto con mucha cortesía y apacible ademan. Nada bastó á calmar los furores de Teobaldo, que ciego de ira, arremetió con el acero desnudo contra el infeliz Mercutio. Mercutio le resiste primero á hierro, y apartando de sí la suerte, quiere arrojarla del lado de Teobaldo. Este le esquiva con ligereza. Romeo se interpone, clamando: «Paz, paz, amigos.» En pos de su lengua va su brazo á interponerse entre las armas matadoras, pero de súbito, por debajo de ese brazo, asesta Teobaldo una estocada que arrebata la vida al pobre Mercutio; Teobaldo huye á toda prisa, pero á poco rato vuelve, y halla a Romeo, cuya cólera estalla. Arrójanse como rayos al combate, y antes de poder