¿Pero cabe en el mundo tal maldad?
En Romeo cabe. ¿Quién pudiera pensar tal cosa de Romeo?
¿Y quién eres tú, demonio, que así vienes á atormentarme? Suplicio igual sólo debe de haberle en el infierno. Dime, ¿qué pasa? ¿Se ha matado Romeo? Dime que sí, y esta palabra basta. Será más homicida que mirada de basilisco. Di que sí ó que no, que vive ó que muere. Con una palabra puedes calmar ó serenar mi pena.
Sí: yo he visto la herida. La he visto por mis ojos. Estaba muerto: amarillo como la cera, cubierto todo de grumos de sangre cuajada. Yo me desmayé al verle.
¡Estalla, corazon mio, estalla! ¡Ojos mios, yacereis desde ahora en prision tenebrosa, sin tornar á ver la luz del dia! ¡Tierra, vuelve á la tierra! Sólo resta morir, y que un mismo túmulo cubra mis restos y los de Romeo.
¡Oh, Teobaldo amigo mio, caballero sin igual, Teobaldo! ¿Por qué he vivido yo para verte muerto?
Pero ¡qué confusion es esta en que me pones! ¿Dices que Romeo ha muerto, y que ha muerto Teobaldo, mi dulce primo? Toquen, pues, la trompeta del juicio