Decidme, santo fraile. ¿Dónde está el esposo y señor de mi señora?
Mírale ahí tendido en el suelo y apacentándose de sus lágrimas.
Lo mismo está mi señora: enteramente igual.
¡Funesto amor! ¡Suerte cruel!
Lo mismo que él: llorar y gemir. Levantad, levantad del suelo: tened firmeza varonil. Por amor de ella, por amor de Julieta. Levantaos, y no lanceis tan desesperados ayes.
Ama.
Señor, la muerte lo acaba todo.
Decias no sé qué de Julieta. ¿Qué es de ella? ¿No llama asesino á mí que manché con sangre la infancia de nuestra ventura? ¿ Dónde está ? ¿ Qué dice ?
Nada, señor. Llorar y más llorar. Unas veces se recuesta en el lecho, otras se levanta, grita: «Teobaldo,» Romeo,» y vuelve á acostarse.
Como si ese nombre fuera bala de arcabuz que la