Poco hacen mis lágrimas: no valia mucho mi rostro, antes que ellas le ajasen.
Más la ofenden esas palabras que vuestro llanto.
Señor, en la verdad no hay injuria, y más si se dice frente á frente.
Mio es ese rostro del cual decis mal.
Vuestro será quizá, puesto que ya no es mio. Padre, ¿podéis oirme en confesion, ó volveré al Ave-María?
Pobre niña, dispuesto estoy á oirte ahora. Dejadnos solos. Conde.
No seré yo quien ponga obstáculos á tal devocion. Julieta, adios. El juéves muy temprano te despertaré.
Cerrad la puerta, padre, y venid á llorar conmigo: ya no hay esperanza ni remedio.
Julieta, ya sé cuál es tu angustia, y también ella me tiene sin alma. Sé que el juéves quieren casarte con el Conde.
Padre, no me digais que dicen tal cosa, si al mismo