su nave toque pronto la bendecida orilla, y él torne amante á los brazos de su hermosa Desdémona, inflame el valor de nuestros pechos y asegure la tranquilidad de Chipre! (Salen Desdémona, Emilia, Yago, Rodrigo y acompañamiento.) ¡Vedla! Ahí está. La nave ha echado á tierra su tesoro. ¡Ciudadanos de Chipre, doblad la rodilla ante ella! Bien venida seais, señora. La celeste sonrisa os acompañe y guie por doquiera.
Gracias, amigo Casio. ¿Qué sabeis de mi marido?
Todavía no ha llegado, pero puedo deciros que está bueno y que no tardará.
Mi temor es que... ¿Por qué no vinisteis juntos?
Nos separamos en la tremenda porfía del cielo y del mar. (Voces de «una vela, una vela». Cañonazos.) ¿Ois? Una vela se divisa.
Han hecho el saludo á la playa. Gente amiga son.
Veamos qué novedades hay. Salud, alférez, y vos, señora (á Emilia). (La besa). No os enojeis, señor Yago, por esta libertad, que no es más que cortesía.
Bien os portariais si con los labios os deleitase tanto como á mí con la lengua.
¡Pero si nunca habla!