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O T E L O.
CASIO.

Brindo por el general.

YAGO.

¡Oh, dulce Inglaterra! (Canta) «Hubo un rey, noble y caballero, que se llamaba Estéban: las calzas le costaban un doblon, y se enojaba de gastar tanto dinero, y llamaba al sastre ladron. Si esto hacia el que era tan gran monarca, ¿qué has de hacer tú, pobre pechero? ¡A cuántos perdió el subirse á mayores!» ¡Más vino!

CASIO.

Más me gusta esta cancion que la primera.

YAGO.

¿Quereis que la repita?

CASIO.

No, porque quien tales cosas canta merece perder su empleo. En fin. Dios es poderoso, y unos se salvarán y otros se condenarán.

YAGO.

Bien dicho, teniente Casio.

CASIO.

Sin agravio del gobernador, ni de ningun otro personaje, yo creo que me salvaré.

YAGO.

Y yo tambien lo creo, mi teniente.

CASIO.

Pero permitidme que os diga que primero me he de salvar yo, porque el teniente debe ir antes que el alférez. Basta. Cada cual á su negocio... No creais que estoy