asunto.... El, al fin, es un pobre hombre, aunque sea mi padre.
Hable uno solo, y entendámonos. ¿Qué quereis?
Serviros, caballero.
Ahí está, señor, todo el intríngulis del negocio.
Ya te conozco, y te admito á mi servicio. Tu amo Sylock te recomendó á mi hace poco, y no tengas esto por favor, que nada ganas en pasar de la casa de un hebreo opulentísimo á la de un arruinado caballero.
Bien dice el refran: mi amo tiene la hacienda, pero vuestra señoría la gracia de Dios.
No has hablado mal. Vete con tu padre: dí adios á Sylock, pregunta las señas de mi casa. (Á los criados.) Ponedle una librea algo mejor que las otras. Pronto.
Vámonos, padre. ¿Y dirán que no sé abrirme camino, y que no tengo lindo entendimiento? ¿Á qué no hay otro en toda Italia que tenga en la palma de la mano rayas tan seguras y de buen agüero como estas (Mirándose las manos). ¡Pues no son pocas las mujeres que me están reservadas! Quince nada menos: once viudas y nueve doncellas... bastante para un hombre solo. Y ademas sé que he de estar tres veces en peligros de ahogarme y que he de salir bien las tres, y