Quiera Dios que sean negocios de Estado, como sospechais, y no vanos recelos y sospechas infundadas.
¡Celos de mí! ¿Y por qué causa, si nunca le he dado motivo?
No basta eso para convencer á un celoso. Los celos nunca son razonados. Son celos porque lo son: mónstruo que se devora á sí mismo.
Quiera Dios que nunca tal mónstruo se apodere del alma de Otelo.
Así sea, señora mia.
Yo le buscaré. No te alejes mucho, amigo Casio. Y si él se presenta propicio, redoblaré mis instancias, hasta conseguir lo que deseas.
Humildemente os lo agradezco, reina. (Vanse Emilia y Desdémona.) (Sale Blanca.)
Buenos dias, amigo Casio.
¿Cómo has venido, hermosa Blanca? Bien venida, seas siempre. Ahora mismo pensaba ir á tu casa.
Y yo á tu posada, Casio amigo. ¡Una semana sin