STELLA
rosas horradas y descoloridas, que parecía hecho en una tela exquisita del siglo XVII! —Papá, yo quiero otro igual! pidió al pa- dre su regalona. Todo para Isabel —Bueno, mi hijita... Carmen, por qué no se visten iguales las dos hermanas? Ana Ma-
ría quiere un vestido como el de Isabel, hija,
—Está fresca! como dice la Perla,—con- testó vivamente esta última, que contempla- ba su joya de seda y encajes, y la quería única. Le están haciendo uno blanco precioso, papá, y todavía tiene el rosado sin estrenar*
—Debe seutarle tan bien el rosado! dijo Alex.
Sí, Alex, si es de caprichosa no más, le contestó Isabel, y continuó conversando de toilette con su prima y sus hermanas.
—Al! me olvidaba: mira, Carmen, manda dentro de media hora al hotel, pues les he traído ahí unas zonceras, dijo desde lejos Máximo.
—A mí, qué? preguntó Ana María, mien- tras en las demás aparecía la curiosidad en Jos ojos.
—Otro automóvil, le contestó su tío. Y ven á ponerme el paletó, que ya salgo, y hace mucho frío.
Misia Carmen que conferenciaba con su marido, se levantó y dijo con voz senten- ciosa:
—Hemos resuelto con Luis, festejar la vuel- ta de Máximo el veintiocho, aniversario de