160 STELLA.
victorias, los mail-coachs bulliciosos, los auto= móviles de todas formas, tamaños y colores.
Las señoras y caballeros recostados en la baranda del palco, dominando la concurren- cia, conversaban:
—-¡Qué tonto es Ricardo Miranda! tiene la manía de singularizarse y no le pega. Elige las levitas más largas, las galeras más altas, los anteojos más grandes.
—¿Y qué me dicen de la sinfonía eu gris que camina 4 su lado? ¿Es un sonámbulo?
—Sies Mauricio Raíces,
—Fíjate en las de Santina; qué profasión de plumas la de la señora. Con esa boa par rece un gallo,
—Y el pobre señor Santina la gallina.
Reían de la gracia vulgar, que fué inte- rrumpida por la noticia y los comentarios de:
—Ahí llegan las de Maura Sagasta.
— ¡Qué espléndido el automóvil! Debe ha- berlo traído Máximo Quiróz, que las acom- paña.
zómo está de canas! Si tiene la cabeza casi tan gris como su traje.
—¡$í, pero que interesante siempre!
—Hasta ese aire negligente le queda bien.
—¡Qué buena moza está Isabel!
—Lástima, que amenazada de engrosar, debe ajustarse; por eso se pone tan colorada algunas veces, Pero es hermosísima.
¡Y cómo van los festejos de Montero y Espinosa?