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Página:Duayen Stella.djvu/218

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212 STELLA

los últimos días, condenóse por la deserción que había estado 4 punto de cometer, y apre- tando más contra su pecho.á sus cuatro re- dentores, levantó sus ojos y pidió perdón á su padre.

Por algo tan infinitamente pequeño, por esos gatitos míseros y hambrientos que iban á ser arrojados al abismo como un desperdi- cio, se hizo la gran reacción de una gran alma, se dió el rambo á una preciosa vida.

Y alimpulso de su enternecimiento, y al impulso de ese entusiasmo fervoroso inuato- en ella—que sería la causa de sus decepciones, pero que al mismo tiempo le crearía ilusiones siempre y á pesar—juró sobre el montículo: de arena, entre cielo,y mar, un completo renunciamiento.

Algunas gotas caían; ató los cintas color de lila de su sombrero de tela blanca, encerró dentro á sus nuevos protegidos, los colgó en su brazo, y echó 4 andar camino de la casa.

Las últimas nubes se abrieron para des- pejar el cielo, y cayó un menudo chaparrón Corrió; la luvia cesó, y volvió 4 tomar su pa- so armónico que meciendo á los gatitos los hizo dormir.

Entró á la sala donde esperaban los niños que tímidamente se quedaban en su sitio, sio adelantarse como'otras veces á su encuentro, por ese «algo que había en Alex que ellos no. debían comprender.»