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STELLA 27

—¡Ah, cómo sabe usted hacer vibrarla cuer- da sensible!, ... ¿Y si yo me negara, qué con= tarían ustedes hacer—agregó ella, imitando sus palabras, su gesto, su voz, en su respuesta la noche del baile,

ÉL rió de buena gana. Su risa fué coreada por los niños que reían también, pero sin con. vicción, sin saber de qué, únicamente porque veían reir á su grande amigo.

—+Cesaría en el acto, entre nosotros, toda cordialidad », le contestó, copiándola 4 su

Quedáronse aquéllos muy serios, wirándo. los á la cara, porque querían entender. De pronto, comprendiendo que Alex enronque- cía su voz para imitará Máximo, que Máxi. mo afinaba la suya para imitar á Alex, sol- taron la carcajada batiendo palmas.

Toda nube había desaparecido.

—No mañana, el sábado que es fiesta, ire- mos á tomar el té con el viejo tío, respondió Alex.

Los consultó:

—¿Qué les parece á ustedes que empece. mos por acompañarlo hoy hasta el alfalfar?

Ya estaban en camino antes de decitsí.

El cochecito de Stella, tirado por su gran carnero, iba tan ligero, que los otros tenían que correr para alcanzarlo.

Máximo y Alex quedábanse atrás.

Máximo sentía que iba apoderándose de él, poseyéndolo por entero, la tristeza de esa