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STELLA

choclos del maizal; y ála golondrina que con las alas ny abiertas llegaba del mar, ...

Saludaban ahora á los viejos árboles del bosque, plantados por los abuelos de sus abue- los; árboles venerables, ante los cuales se cru zaban con devoción las manos de Alejandra.

La casa de Máximo les daba la bienvenida y la puerta de hierro forjado les abría su par- que. Se aquietaron entonces, y abrieron bien los ojos, para llenarlos con los tesoros del palacio encantado del gran amigo.

¡Ab! ¡qué diferente había sido la «Atalaya» del <Ombá! Aquí no había paraísos en las calles, mi «buenas noches» en el jardín. Eran regias araucarias, casuarinas quejumbrosas, nostálgicas palmeras. En los macizos enor mes, sólo flores aristocráticas: las azaleas, los redhodendrons, las prímulas, los jazmines del Calo altos como arbustos, y las mil varieda- des de las rosas. Flores raras, exquisitas yper- fectas, que debían su esplendor de forma, de tamaño y de color, al abono de la tierra que las mutría, al cultivo extraordinario, al artifi cio; flores de la ciencia también ellas.

No había tampoco urraquitas, ui patos vul- gares y barcinos que nadaran pesados en el charco, haciendo mucho ruido; pero un gran pájaro de raso azul, con abanico en la cola, se paseaba por el césped con aires de pretensión, y cisnes blancos deslizábanse silen- ciosos en el lago, mirándose en su cristal ¡y cuántas cosas más... oroooooo