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STELLA

Y sin darle tiempo de hablar nuevamente: ¡Me causa tan grande extrañeza su injustif- cado descontento, y la inmovilidad de su vida moral é intelectual! ¡Descontento de una existencia que seentrega á usted docil, pródiga y amable!.. Al fin, vida es mujer y según los hombres, la mujer es hija del rigor; halaga 4 quién la rechaza. Hay en ella su- ftimientos en verdad. ¿Se los causa la pobre á usted acaso?.. ¿Se sonríe, al ver con el calor que defiendo 4 mi enemiga, no es ver dad? Hay que ser leal, padrino... Sabrá ciertamente, que existe una enfermedad, re- servada únicamente á los pintores, la que se llama «mal del pintor», producida por la as- piración continua del veneno que contienen sus colores. Yolo comparo á usted con al guien que se sintiera envenenado perque hay otros que pintan... Déjeme llegar, déjeme llegar, viejo tio, sin interrampirme, Quiero preguntarle por qué guarda sus brillantes en el cofre; por qué hace estériles sus altas facultades y estéril su fortuna.—Fervor en la voz y másluz en los ojos tenía ella, mien- tras iba diciendo sus palabras, que interroga- ban, condenaban y estimulaban.—Su país es joven, rico, inteligente, pero marcha co- mo una grandiosa nave que navegara en alta mar sin jefes y sin guías, Sea uno de ellos, Máximo... Ese gesto de desdén que veo imprimirse en su cara, debe desaparecer, sí, desaparecer antes que todo... ¿No sabe,