Página:Duayen Stella.djvu/310

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0% SIBLLA la de Dolores y Carmen. La tuya, sí, sobre todo la tuya, querida niña mía,

Continuó ella exhibiéndole sus chiches.

—¿A que mo sabes qué hay en esta bolsita de mallas de oro?.... ¿No ves que hay otra dentro de una tela que no deja pasar la humedad?.... No, no lo adivinarás, Es un granito de tierra de cada país que Alejan- dra ba visitado... ¡Ah! ¡cómo me gusta- ría viajar!.... Hay aquí tierra de todo el mundo.

Haciendo correr muy ligero uno de ellos lo escondió en su mano, que cerró maliciosa- mente, y le preguntó:

—¿Qué será, qué no será que en mi mano está?..... Es una cosa muy chiquitita; dura, dura como el oro, y blanca, blanca como el maríl. Sí, es muy parecida al marfil, repitió recalcando y sonriendo.

—El colmillo de un elefante.

—He dicho muy chiquitita.

—Una varita de virtud.

—He dicho muy chiquitita.

—Será entonces, la varita de virtud del ha- da de los Enanos.

—Si adivina usted, señor, tendrá su pre mio: por ahora va fro, frio...

—Las teclas del piano de tus muñecas,

—¡Qué lejos te vas, padrino!

—Una cuenta del Rosario de Dolores... la tabaquera del señor Cura... los dedos de Alex...