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302 STELLA

actitud que ahor: Alejandra. No basta la bondad. cuando no va acompañada del tac- to. Dolores se nombró, aconsejó, preguntó, moralizó, ereyendo buenamente que todas las palabras bien intencionadas, penetran en los pechos doloridos. Las suyas fueron rechazadas con horror por Ja muchacha, exacerbada sólo á la idea de que quien las prouuuciaba era de la familia del autor de sus desgracias. La arrojó fuera, arrojó tras ella el envoltorio de ropa y el dinero que le dejara, y cerró con estrépito la puer- ta que las separaba. Dolores, antes que todo profundamente religiosa, creyéndola enloque- cida, más que por sus violencias por la ex- presión extraviada de sus ojos, temió una re- solución desesperada, y era á eso 4 lo que «Mamaba «el pecado sín perdón». Olvidó por ello hasta el peligro real apremiante del hambre, el bambre de la madre abandonada y del hijo abandonado.

Alejandra, después de un momento de silen- cio, quele sirvió para decidirla á mentir, dijo:

—Me he perdido, y soy forastera, no he encontrado más ser viviente que algún ani- mal suelto, y he tenido miedo. He llamado á su puerta; no recibiendo respuesta, he creí- do la casa deshabitada y he entrado en ella.

La muchacha alzó la cabeza; los dulces ojos claros que se fijaban en los suyos, el ca- bello rubio, el cutis blanco de quien le habla- ba así, no desmentían la palabra «foraster: