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STELLA 52 otros. ... Ya le he dicho, Rosa, que soy po bre; no me es posible hacer obsequios, Por lo tanto este dinero que le dejo, es un ade- lanto al trabajo que le llegara desde mañana, ijole, entregéndole diez pesos, que eran ina parte del que Dolores había destinado para socorrerla:

Impaciente al ver que el carruaje no llega- ba, salió á la puerta seguida de Rosa; hacien- do pantallas con sus manos, trataban de divisar alguna nubecita de polvo, alguna manchita rodante que se los anunciara, No percibieron más que la planicie eubierta de pasto mustio y sediento, y á la izquierda, in- terrampiendo la línea del horizonte, los bos- ques sspesos y obscuros de los grandes árbo- les plantados por los abuelos de Máximo, y el bosquecillo, de un verde claro y tierno, de los másjóvenes de su parque

La temperatura subía, la atmóstera hacíase más pesada; todo aparecía como paralizado, El cielo había estado hasta entonces unifor- memente gris; ahora ese gris empezaba á dí latarse por el calor, y mubes obscuras á des- tacarse sobre él en grandes relieves,

—No espero más, y me voy á pie. ¿Antes me da un vaso deagua, Rosa? Vo tendré, mientras, su bebé

El niño, satisfecho, gorjeaba de contento, sín más vestido que un pequeño «chiripá» de tela blanca, cuando Alex lo tomó en sus bra- zos con aire más maternal que el de la propia