Página:Duayen Stella.djvu/337

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STELLA as Hay que pedir al Padre Eterno que nos de- vuelva á Cervantes... Los ingleses, gente práctica, les enseñan. Aunque proclaman ser eilus los depositarios de las tradiciones, las abandonan cuando conviene, y han substituf do elacero por los nudos de los dedos, que no atraviesan el corazón, aplastan la nariz y saltan los dientes. .. ¿Será porque en mis ve- nus corren mezcladas sangre de antiguos piratas y sangre de antiguos hidalgos, que prefiero yo la espada? ¿Será por eso, que ten- go yo más cariño 4 don Quijote que á San- cho?... Pero ello no quita, agregó con una sonrisa burlona, que me horrorice todo lo sangriento y brutal, que deteste las quere- llas, y proteste como todas, desde el fondo de mi corazón, contra ese duelo.

Mientras hablaba, Máximo ató las riendas de su caballo en el tronco de un sauce, y le- vantaba la cabeza para responder, cuando apareció Rosa con un mate en la mano, el que ofreció á Alex, diciendo:

—El agua de pozo.es tan fea, que le traigo raás bien un matecito,

—Gracias, contestó sin mirar 4 Máximo, adivinando que se reía de ella al verla chu- par con mucho cuidado la bombilla. ¡Qué calor!.... Mesiento oprimtida.

—Va 4 loves, aseguró Rosa, que veía cru- zar gritando una bandada de patos salvajes.

—El carruaje no viene; me voy á pie, dijo resuelta Alex