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STELLA 20 Petersburgo y él quedó un tiempo con nos- otros recorriendo la Península... Un día—el Sábado de Páscua en Sevilla—me reveló de pronto, en palabras apasionadas y sencillas su cariño, profundo como todos los sentimien- tos que su alma nutría. Convinimos que yo hablaría á la noche cou papá, y al día siguien- te iría él á pedir mi mano. Mesentía feliz, 6 más bien, mi felicidad completa entonces, ha bía crecido con ese muevo amor que entraba enmi vida, Papá y mamá sintieron crecer también la suya; olvidaban la fortuna, la po- sición brillante, hasta el talento de Pederico para recordar tan sólo su corazón y su carác- ter... Era demasiado nuevo el sentimiento que él me inspiraba, y yo demasiado joven para que pudiera medirlo entonces; hoy com- preado que exa el sentimiento precursor del gran amor que hubiera llegado 4 ser.

«Felizel hombre para quien se abra el al ma deesta mujer. Feliz aquél por quien lle- gue ella á sentir ese gran amor!» Así pensaba Máximo en ese instante.

—No lo volví a ver, continuó Alex, con voz más concentrada. Desapareció aquella misma noche; sin una línea, sin una palabra, salió de Sevilla, salió de España. Se lo conté todo 4 papá, el quesin abrir los labios, me dió un largo beso en la frente.

En adelante, su nombre no se volvió 4 pronunciar en muestra casa. Supe por los dia- rios que estaba en Cannes..... A pesar de lo