316 STELLA tímida; desde que sus manos palparon sus espaldas, frías, morbidas y estremecidas.
Los niños quedábanse atrás unas veces, otras se les adelantaban. Hacían el viaje re- cogiendo semillas, «meloncitos de olor» es- carbando la tierra para desenterrar plantas cuyas raíces dulces conocían; haciendo flan tas de hinojo, corriendo tras de las mariposas, cazando insectos y hablando con ellos, «Mam. boretá, Mamboretá: ¿dónde está Dios?».... «Eres tú la vaquita de la Virgen: auda con ellas.
— ¡Una víbora con patas, una víbora com patas! gritó Julito. Era un lagarto.
— ¡Una planta con frutas en la cola! anunció la Muschinga. Eran huevitos de gallo.
Al pasar por un rancho oyeron voces y ri- sas, y vieron un montón de mujeres com baldes en las manos, que corrían tras de unos paisanos. Desde lejos les arrojaron el agua, alcanzando á mojar á dos de ellos; todos reían 4 carcajadas bruscas y ruidosas. Al notar el grupo en que iba Máximo se contuvieron, y respetuosamente saludaron. Este les dijo con su llaneza amable:
—Las mujeres los han derrotado; ¡qué ver- giienza!
—Sí señor, así parece, Nos han puesto co- mo patos... como es carnaval.
Muy cerca ya de la casa, la Nenuca y Susa» na gritaron aterrorizadas, y corrieron á re- fugiarse en Alex, mientras cuatro muchachos