380 STELLA dar al pueblito á buscar más serpentinas, con- eluyó la Perla, olvidada de su disfraz y muy enredada en su sábana,
Una serpentina rosada alcanzó 4 Máximo.
Miró á su frente, y vió á Alejandra, en el borde de la vereda del corredor, en momen- tos que le arrojaba otra, Un largo rato juga- ron así. Él tranquilo, recostando sus espaldas en el árbol, sonriendo con fruición y los ojos entornados, lanzaba á tiempo igual su cinta, que Jlegaba siempre segura á su destino en- volviendo á la joven en sus colores, la que le enviaba á su vez la suya desde su sitio. Ha- cía durar su juego por el placer, el hechizo de ver aquella fgura melodiosa y armónica, levantar su brazo, y hacer el movimiento ele- gante, de avance y retroceso de una Diana tirando su arco. Ese movimiento ponía de relieve el dibujo de las líneas perfectas de su cuerpo, Estas líneas, que ensanchándose en los hombros se estrechaban en la cintura pa- ra abrirse nuevamente en las caderas, dában- le la forma de una lira, que á él le parecía sentir vibrar.
Una alegre campana repicó,
—Vamos á almorzar, dijo Alex,
Las reinas y las pastoras despojáronse de sus adornos, las máscaras sacáronse las care- tas y todos se prepararon para sentarse al banquete, al que había sido invitado Rauch y su familia,
En eso apareció la chinita María, empapa-