En STELLA
—Por abuclita y por abuelito, gritaron los otros.
—¡Qué hable Alex! pidió Albertito, y 4 es- te pedido se agregó un clamor, al que la joven obedeció poniéndose de pie.
—¡Mis hijos: bebamos porque el viejo tío, el buen amigo, porque Máximo Quiroz tenga muchas mañanas como ésta en la vida!
— ¡Bet amos, por muestro amigo! repiti eoro de los niños.
Máximo desde su asiento, sin levantarse, contestó con una voz poco firme:
—Queridos míos; plagiando 4 Alejandra: que la vida de ella y de ustedes sea una larga mañana como ésta, que yo querría detener como se detiene la marcha de un reloj... Es tan rara y tan única esta mañana, que el hombre aguerrido 4 las luchas, y que fué un día el hombre de la palabra en su tierra, y subió impávido 4 la tribuna, no encuentra una bastante elocuente que exprese lo que hoy siente. .. . Lo que digo, no puede todavía ser comprendido sino por muy pocos de los que han bebido por mi ventura; ellos lo comprenden bien hoy. Ustedes, queridos niños míos, lo comprenderán más tarde... ¡Beba- mos por muestra Alex; si somos felices hoy, es por ella!
—¡Bebamos por muestra Alex! repitió el coro en delirio.
Máximo tomó la mano de la joven, que es- taba d su lado, y la hesó, Plla sintió un pe-
el