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pequeño cuadrado de tafetán que la cubría, besó su herida,

El médico se retiró declarando que por el .nomento el peligro inmediato había pasado, pero que el estado de la niña era muy grave: «De un momento á otro puede sobrevenirle otro síncope...» En el corredor llevó á Máximo y á Rauch aparte y agregó: «La ni- ha está perdida; los resortes de su vida están rotos. Podrá vivir días, algunos meses tal vez... Yo la veré diariamente; desgraciada- mente es este un caso fatal.

Una vez que el médico se hubo retirado, Máximo dejóse caer en un sillón del corredor junto á ma mesa. Volvía á su atolondra miento, como si algo muy pesado al desplo- marse le hubiera hundido el cráneo.

Sintiendo que rozaban sus rodillas, miró, y percibió 4 Nenuca, quelo miraba también muy sería, recostada contra él.

'or qué moristes 4 Stella?. ,. le pregun- +6 la niña en tono de gran curiosidad.

Tuvo él un gran sacudimiento, y le dijo en voz baja pero brusca.

— Anda, mi hi mitos, ... anda,

—No; contestó la niña que continuó mirán- dolo fijamente hasta que repitió: ¿por qué mo- vistes 4 Stella?.......

Andaba vagando por ahí olvidada, la po- brecita—todos habían estado preocupados .micamente de la enferma—y como tenía


. anda con tus herma-