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Página:Duayen Stella.djvu/413

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BELLA 30 bajo; Alejandra le extendió su mano que es- trechó él dos veces, montó 4 caballo y se alejó, sin preocuparse de las flores de las pla- tabandas, que su caballo pisoteaba, y sobre las cuales hacíalo él cruzar.

Vaya, parece que será éste ahora el cam- po del torneo... Falta una lanza: la de don Samuel, decíase riendo.

La risa se detuvo, como impuesta, á su pe sar, por el respeto que inspiraba la figura de dolor que se acercaba. Máximo veñala ahora en plena luz, libre del disimulo á que se obli- gaba delante de su hermana y de los demás. y quedóse asombrado del cambio que en una semana se había operado en ella, Impresio- nable como era, á su vista desapareció todo pensamiento; un sentimiento de compasión, parecido al de las otras, lo reemplazó Cuando estuvo más cerca, advirtió en su frente un pequeño cuadro de tafetán; el en- ternecimiento que había espantado Montero entró á suinterior y, ya sin resistencias, de- jóse dominar por él. En el andar de Alex ha: bía una inmensa lasitud; wm profundo abati- miento en todo su cuerpo, del que no desapa- recía sin embargo la gracia, Contemplábala armónica y melodiosa en su dolor, como la había contemplado en su alegría.

Creyendo que su abatimiento no provenía únicamente de la enfermedad de su hermana, tuvo en ese momento el generoso impulso de pedirle eu confianza, toda su confianza—el