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y animosa, obedeció 4 la orden que sólo en intención se atrevió 4 darle. Comprendió, que 4 falta de un hijo, debía ella serlo; substituir 4 su padre en sus ausencias, prepararse para arrostrar la/vida más tarde; que para conse- guirlo necesitaba condenar su infancia y su adolescencia 4 una labor contínua, forzar su voluntad á aprender emás pronto», y encon- trando en su inteligencia las razones de esta razón, se entregó al estudio.

Los libros austeros que leen los hombres— y muy pocos hombres—fueron sus diversio= nes; las figuras geométricas, los instrumentos de química, el globo terrestre, sus juguetes; sus fábulas, los clásicos que su padre amaba. Como hubiera dicho «Maitre corbean sur un arbre perché», declamaba para él, ya eúten- diéndolo, «Canta, Oh Diosa! la cólera de Aquilesl».....



Una vez acostumbrada al estudio se apa- sionó de él, y. pudo complacerlo complacién- dose.

Pasó todas las clases, obtuvo título y títu- los en la Escuela Superior de Mujeres de Cristianta; después siguió estudiando con Gus- tavo, que fué siempre el mejor de sus maes- tros.

Sin tiempo ni ocasión, no tuvo nunca ami- gas, pero tuvo amigos; los amigos de su pa- dre, sabios, artistas, escritores, entre los cua- les no había uno solo, que no sobresaliera del nivel común, Grupo de elejidos, que forma-