Página:Duayen Stella.djvu/427

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SPELLA ser sellar el pacto de alguna noble conspiración, y sintió él también hablar su sangre... Des- apareció su palidez y sus ojos arrojaron chis-



pas... Al verlo así, cada uno de ellos volvió á su asiento, esperando atentos y vibrantes lo que su nuevo jefe iba á decirles... Este

paseo otra vez sus ojos 4 su alrededor y en- treabrió los labios. En ese momento la ¡mesa cuadrada del hotel con su vajilla de metal su centro de orquideas arreglado por la fo:


rista y la rueda obscura de hombres desapa- reció. La magía del recuerdo ponía ante sí otra mesa larga, al aize libre, debajo de los árboles cubierta de flores sencillas, rodeada por catorce niños vestidos de ciaro, entre ellos una negrita con corales en el cuello y argollas en la orejas, presididas por una joven rubia, de blanco y un ramo de rosas en la cintura, que esperaban también de pie y le- vantadas sus copas las palabras de un ado- lescente.... Y Máximo empalidecido, tuvo otra vez delante, quince hombres de pie que lo esperaban

—L.os felicito y me felicito, mis queridos amigos, al verlos tomar el rumbo del deber, dijoles, Agradezco íntimamente el honor que me hacen al confiarme la dirección de sus trabajos patrióticos, pero me es imposible aceptarla. .... Me alejo: tengo imperiosos mo- tivos para hacerlo, ¡Bebo por la realización de su idea noble y alta!

Bebieron los otros con menos entusiasmo