STELLA an
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—Sirvase usted esperar un momento, señor. Miss Alex va á venir dentro de poco; hace dormir á la Perla que ha tenido un día muy agitado y no quiere separarse de ella,
Esto decía á Máximo miss Mary, esa mis- ma noche á las ocho y media, introduciéndo- lo en una salita clara. Se retiró, y quedó allí recorriéndola con la vista, acercándose á los objetos que llamaban más su atención. Muy sencilla, tenía la vida, el sello tan personal que sabía dar Alex 4 las cosas. El ojo experto del millonario vagabundo, descubrió en el acto cuatro cuadros notables, Una mujer vestida de manola, y la cabeza de un perro, que le hicieron decir: «El legado de Federico Liva- mofa; un retrato de Ana María, sonriendo, con una rosa en los cabellos, y wn grupo que se detuvo á contemplar largo tiempo, De- lante de una mesa, un hoL.bre bellísimo daba una lección sobre el mapa polar á una niña, en enya fisonomía aparecía la inteligencia, la
