STELLA ES la línea blanca del hilo duro de su cuello. La saludó inclinándose muy bajo en silencio, »utras ella se detenía silenciosa también 4 la distancia... Pasaron uinutos, levantó él la cabeza y la miró; ella avanzó y le exter dió su mano que él estrechó.... Ese silencio hablaba; ¡cuántas cosas se decían en ese si lencio!
Un momento después, Máximo sentóse en ua sillón que se encontraba á cierta dista dela silla en que ella lo hacía al lado de la mesa cruzada entre los dos.
El corazón de Alex palpitaba con violencia al ver 4 Máximo por primera vez desde que los ojos de su hermana se cerraron 4 la luz, pero acostumbrada á vencerse porque vivía entre extraños, hizo un esfuerzo, y su alma toda encogida se enderezó.
—¿Máximo, empezó ella, ha extrañado us- ted mucho que lo haya llamado, cuando todo lo acusaba de habernos abandonado?. .. Una noche le dije en una fiesta, delante de un es- pejo, que no había que fiarse de las aparien- cias. Me fiaria de ellas yo ahora, para con- denar á muestro amigo por su deserción en horas de tan amarga prueba, que aparece como una frialdad de alma, uva sequedad de corazón para nosotras, cuando bien sé que ha sido una consecuencia de aquella cobar- día para ver sufrir, de aquella fuerza inven- cible que lo empuja á huir ante la emoción y ante el recuerdo. .... ¿Todo aquello, se acuer-