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PELLA.

—Porque aun no lo conocía bastante, por- que era la época en que todavía éramos sólo camaradas, primero; después, aquel día que usted me vió perder toda mi fuerza, y que le reveló negros presentimientos, los que pronto se cumplirían, porque no estaba segura de tener el derecho de contarle lo que hoy estoy

autorizada á contar. .... ¡Cuántas cosas irre- parables se hubieran evitado si le hubiera hablado entonces! ... Ha pasado el tiempo

de las ambigúedades; vamos, pues, derecho al asunto. Bien sabe usted cuál es mi situa- ción cerca de la familia de mi tío Luis, y cuáles los motivos; cuánto es el cariño y la consideración que me inspira el que fué para mamá padre y hermano, el que amparó á sus hijas, el que les abrió su «corazón y su casas, el que les habría evitado toda humillación y toda pena si hubiera siquiera sospechado al- guna de ellas... ¡Mi tío no sabrá jamás, que la hija mayor de Ana María y Gustavo, bajo su propio techo, sufrió un día persecu- No necesito explicarle, Máximo, todo lo que habré sufrido yo, extranjera, ais- lada, sin amistades ni relaciones, enfermo de gravedad el único ser á quien hubiera podi- do al principio recurrir, en aquél tiempo en «que maniatada de pies y manos, me veía obligada por razones supremas,4 respirar una atmósfera de odio y de menosprecio. ¡Cuan- do comprendí y entendí que para salvar va- nidades se arrojaba mi nombre como alimen-