STELLA 463 repente sus ojos sin buscarlo encontraron un nombre: estaba frente á su tumba, Un gran sauce, como el que deseó Musset para la suya, y un planto de lirios blancos en for; una placa de mármol blanco como esos lirios, y sobre ella, en letras simples y claras de bronce, escrito: «Stella Fussller».
Sus lágrimas instantáneamente se volcaron en sus ojos; lo primero que pensó fué: «¡Tan solital» Lo primero que se dijo: «Segura» mente que está de cara al mar»; y quedóse atento escuchando el ritmo arrullador de sus ondas.
Llamó su atención ramos y coronas de flores silvestres, que colgaban de la gran cruz de bronce del sepulcro y salpicaban la lápida; eran flores frescas, recogidas hacía poco de los campos, se veía, Chistó á un hombre que 'ó entrar, y le preguntó de dónde prove-
—Son flores que traen. continuamente los muchachos y las niñas pobres de los alrede dores; que ellos mismos recogen y arreglan para ella. Este, dijo el hombre tomando un gran ramo de manzanillas y «varitas de San José», acaba de dejarlo el jorobadito Juan, y esta corona de azucenas del bosque la trajo ayer tarde mi hija.
—eN usted quién es
—Yo soy, señor, el sepulturero.... . El señor debe ser un forastero si no sabe quién es Ste- la... .. Hace seis meses que la enterré; esta-