Ir al contenido

Página:Duayen Stella.djvu/54

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

48 STELLA.

dosl... No es verdad, papá? No es verdad que ellos nos enseñan una dulce resignación?

—Si, mi bija, Alex tiene razón, contestaba el infalible juez. Recuerdas que lloraste la pri- mera vez que tus ojos vieron el cielo de Italia? Pues así lloraba uno de sus eminentes sobe- ranos cuando veía una palmera de-Siria, que como 4tí el cielo, le recordaba el lejano país natal. Y m.ra, aprende tú, querida, las pala- bras con que el último de ellos consolaba 4 sus compañeros que lloraban al dejar, expulsados, esta linda tierra de Andalucía: «No lloremos por bienes agenos, nada es nuestro, todo es de Diosl

Todavía cuando admiraban la Giralda, Alex deslizó en el oído de su madre, con un gesto de cariñoso desafio: «Esto es obra de uno de ellos!» Y en la corrida de toros, dán- dose vuelta, para no ver á un caballo mori- bundo, vacío ya de sus entrañas, que se ex- tremecía en la arena, apretando su brazo con horror: «Esto no lo hacían los perros moros, mamá

La voz de su hija era el goce íntimo, el supremo orgullo de su padre. En su gran salón-biblioteca, donde se tenía la remnión familiar, la madre sentábase al piano, y Ales cantaba, Su acento, brotaba puramente apa- sionado, tiernamente ansioso en el relato de Lohengrin; transparente y sereno, ligado co- mo los sonidos de un violoncello en el Ave María de Gounod; reconcentrado, intenso,