poblado por blancos: dos misioneros italianos (capuchinos) en medio de reducciones araucanas. Permaneció algunos días con ellos, obteniendo, entre otras, la siguiente información (Véase "Andanzas de un Alemán en Chile", trad. de Carlos Keller, Santiago, 1958):
"En forma general, los araucanos creían que el hombre sólo podía morir por consunción en la ancianidad y que toda muerte prematura era ocasionada por una causa violenta, de modo que las enfermedades eran miradas como envenenamientos intencionales. Para averiguar quien los había producido, se dirigían a un adivino que vivía en Boroa, llevándole obsequios. Este se informaba primero de las condiciones en que vivía el fallecido y las de su familia, y realizaba en seguida actos mágicos. Bailaba primero como loco, describiendo círculos, caí luego, agotado, al suelo y se hacía el muerto; despertaba pronto, entraba en éxtasis y, con el rostro horrorosamente desfigurado, pronunciaba el nombre de una persona que vivía en los alrededores