envidiosas, que huyeron de la cueva y se fueron a vivir con los animales del barranco.
La madre se quedó aún más contenta, y se lo pasaba cantando con su hijito.
Sucedió entónces que el Gran Espíritu escuchó ese canto y quiso saber de donde provenía. Para establecerlo, abrió el portillo de la luz de oro y observó la hermosa creatura, hijo del espíritu hecho hombre que él había enviado sobre la tierra y que era su propio hijo.
Tanto le gustó la creatura, que de ahí en adelante abría todos los días el portillo para mirarlo. De este modo, volvió a la tierra la luz de oro y su calor, y crecieron de nuevo las plantas, las flores y los árboles y maduraron las frutas.
Estuvo sorprendido de este cambio el primer hijo cubierto de pelos, quien volvió a juntarse con sus padres. Pero de inmediato volvió a cerrarse el portillo, pues el Gran Espíritu no quería