Folklore proemio.
Una encomiable corriente tradicional favorece a las naciones latinas del Muevo Mundo al hacerse éstas partícipes del histórico flujo hispánico, con milenios de existencia conocida. Las aportaciones que llegaron a favorecerlas, tanto raciales como culturales, irrumpieron de la Península en la convulsionada etapa que inauguraba el siglo XVI; y, pasaron a matizarse, a su vez, con las imposiciones del ambiente americano, enriqueciéndolas, en forzoso "mestizaje", con grupos étnicos bien diversos y apreciablemente evolucionados en sus respectivas civilizaciones autoctonas.
En el momento de la Conquista la tierra Chilena no brindaba los nucleos aborígenes más destacados del Continente Vírgen. Algunas de sus agrupaciones raciales abdicaron en una rápida absorción y el resto de sus pobladores, representando elementos tan combativos como fanáticos, se negó con indómita resistencia a la fusión. Fué así como el estatuto colonial del Nuevo Extremo se mantuvo en un perseverante estado de guerra y con contumacia se desarrolló en un verdadero clima bélico.
Como una gobernación subsidiaria, el Reino de Chile, vegetó, por tres centurias, al margen de los privilegiados dominios peruanos y argentinos, ungidos con los poderes virreinales. Más bien dispendioso que propiamente utilitario, si bien considerado por su importancia extratejica para salvaguardiar los dominios de la Corona, fué muchas veces postergado y desamparado; y, en su colonización nunca repararon los dignatarios españoles en la prematura y obligatoria fusión etnica que forzosamente fomentaba la solidaridad de los súbditos leales, de cualquier color, ante la oposición del bárbaro y la incesante lucha con una naturaleza pródiga pero bravía.
Tal como en el caso de los otros países del extremo austral