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C. Lavín

XV. LA ICONOGRAFIA Y LOS TIPOS NACIONALES


Folkoricamente hablando no es la indumentaria una faz generosa y sugestiva que pueda representar a la población chilena. Los disfraces, galas, preseas y distintivos nacionales no han logrado notoriedad ni una subjetiva significación de orden internacional. En lo femenino la caracterización es practicamente inexistente y bien escasos han sido los vestidos típicos, los indumentos regionales y las estampas constumbristas.

Para todos los pueblos del orbe sirven de personajes representativos el campesino o la aldeana y las variantes de sus indumentarias señalas matices regionales. En las clases más elevadas pueden adquirir representación ciertos uniformes militares o prendas peculiares como el polícromo faldellín de los escoceses o el fez de los musulmanes. Nada de eso puede encontrarse en el Nuevo Mundo. Sus poblaciones afiliadas a treinta naciones, con relativos troncos tradicionales y soguzgadas por las múltiples influencias de las razas aborígenes, han respetado con uniformidad el tipo criollo en el patrón internacional del vestir moderno; pero, no por ello las castas humildes - de la campiña especialmente - han dejado de singularizarse.

Son la Argentina y México los países más ricos en disfraces y los que mejor los supieron conservar desde su generación en los días del Coloniaje. La cuota de Chile es ínfima, ya que la estampa de su "hombre de campo", antes de 1850, era idéntica a la del mismo personaje en la Argentina. Gaucho federal o guaso chileno usaban chistera apuntada, manda burda y larga, calzón corto y la "ojota" o sandalia quechua.

En un período incierto se innova al poniente de la Cordillera; el guas se independiza pero al mismo tiempo imita al disfraz andaluz. Acorta la manta de lana, la hace más liviana y polícroma, adopta la chaquetilla con los adornos típicos de la guayabera, usa el pañuelo volante al cuello y los pantalones abotinados. Conservando la faja de seda, incorpora, mas bien que la pesada bota, el zapato con punta de alfiler o lengua de vaca y hace uso de un pajizo sombrero cordobés - aunque más pesado - de ala larga y llana y copa baja y aplanada; distanciándose sensiblemente de las más voluminosas prendas del gaucho, especialmente de su pesada bota