pieza de museo, contradiciendo la bombástica deformación de los demás modelos. Las loceras que cultivan este estilo, habitan en Quinchamalí, Colliguey, Confluencia y Huechupin, en la confluencia del Ñuble y del Itata. En Aconcagua, Rancagua y Chillán también aparecer trabajos en arcilla negra pero de más burda factura y exorno.
Los alfares a que veníamos aludiendo, de los ríos Mapocho, Maipo y Cachapoal (Rancagua, Santiago, San José de Maipo, San Vicente de Tagua Tagua, Malloco, Talagante, Doñihue, etc.), uniformados dentro de un estilo singular, siguen plagiándose sus deformas alardes y sus intentos de simplificación sin que haya sido posible establecer primacías a imposiciones. Somos nosotros los que nos vemos obligados, empero, a sojuzgarlos todos a la norma monjil que se vino imponiendo desde la alta Colonia en los conventos del Mapocho. Ya se han aludido en otro capitulo a la vulgar