tanto se puede decir de aquellos otros, aun más circunstanciales, que acompañan los trabajos (cantos de lavanderas, de bogadores, de marineros, de cazadores, de soldados en campaña y los de algunos deportes). En la generalidad de estas expansiones es más bien la música la que impone sus medios de expresión -en particular el ritmo- para dulcificar los monótonos esfuerzos; y, la débil colaboración literaria no resiste a un exámen detenido, pues recurre ordinariamente a la onomatopeya.
No es, por lo demás, algo indispensable en el carácter chileno la distracción literio-musical en las labores continuadas. Los soldados y los marineros usan de preferencia aires extranjeros ya nacionalizados o himnos de autores conocidos; o, más frecuentemente, y en el órden musical, recurren a la parodia.
En permanente confusión con la música religiosa y