Con muy escasa frecuencia, el costillar subsiste en las provincias de Ñuble, Concepción, Cautín y Chiloé, en pequeñas localidades rurales de fuerte carácter tradicional, lo que permite vaticinar su desaparición a corto plazo, de no adoptarse medidas de conservación e incremento, en especial por parte de las escuelas primarias y de los grupos de difusión folklórica, que pueden aprovechar la atracción lúdica de este baile en el proceso de la enseñanza y de la aplicación, respectivamente.
En lo que respecta a sus antecedentes históricos específicos existe una notable carencia de información documental, pudiéndose inferir su ancestro hispánico de las peculiaridades coreográficas, musicales y poéticas e indicar como su época de apogeo la segunda mitad del siglo pasado, sin que su curioso nombre nos pueda llevar más allá de la reafirmación de las cualidades festivas que animan su débil vigencia.