fuente informativa nos presenta un arriero como descubridor de la imagen esculpida en la roca del cañón del río Livílcar, en el sitio ocupado hoy por el santiario, al invocar la protección de la Virgen después que un rayo fulminara a una pastorcita que él intentara salvar de una serpiente. Otra versión relata el milagroso encuentro de la Reina de los Andes con un pastor, al cual encareciera pedir al dueño del rebaño la organización de un peregrinaje, el que éste convocara después de vencer sus reticencias y haber sorprendido en el lugar de la visión a una paloma, que volando hasta unas peñas se transformara en la actual efigie de la señora de las Cumbres.
Pero, sea cual fuere el valor histórico de estas u otras leyendas, el nacimiento de esta expresión de nuestro folklore religioso obedece al mismo proceso de trasculturación indígena americana obtenido por la vertiente evangelizadora ibérica, comprobable desde California hasta Chiloé rico filón de toda suerte de Investigaciones antropológicas,