108 PEDRO ECHAGUE
rez. Para colmo de adversidades, la naturaleza, impasible ante las acciones humanas, pareció «querer contribuir esta vez al desquite de la barbarie. A favor de un borrascoso viento Zon- da (1) los “escuadrones colorados” habían avanzado envueltos en densas nubes de polvo. Pudieron así llegar hasta los potreros de la Chacarilla y rolearlos. La polvareda, que el viento levan- taba en trombas por los caminos, había ocultado su aproxima- ción. Cuando Acha los sintió, se hallaba bajo sus fuegos con- vergentes. Tuvo tiempo apenas para ordenar que su tropa, mi- tad móntada en pelo, mitad a pie, se repiegase hacia la ciudad.
Hallábanse a la sazón en casa de don Vicente Lima, los jefes y oficiales principales de la división asaltada. Así que oyeron las primeras descargas, saltaron en algunos pésimos caballos que hubieron a la mano, con el designio de dirigirse al campamento ¡por la calle hoy Sarmiento y denominada entonces de San Cle- mente. Pero habían avanzado apenas cuatro cuadras más allá de la calle ancha del Suá, cuando el coronel Lorenzo Alvarez aper- cibió un cañón emplazado sobre el puente del Topón. Ordenó entonces contramarchar hacia la plaza, desde la que se dirigió al sud por la calle de Mendoza, buscando siempre la incorpora- ción a su campo.
Pero la boca de otr, cañón (o acaso el mismo anterior trasla- daúo al sitio aquel). le «erró el peso. Retroceder importaba para Alvarez casi huír. Además para recibir una descarga por la espel- da, era preferible esperarla de frente.
—=¡Pie a tierra, paso de trote y en desfile a tomar el e gritó el coronel.
Pero un tarro de metralla estalló en pleno grupo y lo €eshizo. Alcanzado con todos sus compañeros por la meortífera descarga, (a excepción de su ayudante, el ya citado joven Benito Martínez y Criaco La Madrid), tuvo todavía Lorenzo Al- varez aliento para gritar: “¡Dios! ¡Unión! y ¡Libertad!” Este era el lema de las legicnes que iban a la muerte por combatir el rmás inícuo de los tiranos. Cuando la historia imparcial cami y juzgue la época de la tiranía, habrá de tomar en cuenta la significación de estos detalles: Rosas ponía al frente de sus documentos públicos: “¡Viva le federación! ¡Mueran los inmun- dos salvajes unitarios!” Avellaneda, La Madrid y Acha. mantu- vieron como “santo” perpetuo las palabras que Lorenzo Alvarez pronunció al expirar:
“¡Dios! ¡Unión! y ¡Libertad!”
Acha, entre tanto, resistía el inesperado ataque ocupando con algunos infantes el piso superior de las casas de la Chacarilla. Benavídez, con su sorpresa, sólo consiguió establecer un matedero. Su coraje nada pudo contra tanto coraje. Había podido sorpren- der a su contrario gracias a la complicidad del viento, pero en el temple de aquél encontró formidable obstáculo.
¡Cuando se puso el sol, descargas y toque de degúello habían cesado. Acha quiso entonces buscar en la ciudad mejores posicio- nes para seguir combatiendo, y hacia la ciudad emprendió mar- cha. En posesión anticipada de los suburbios, algunas fuerzas de Benavídez intentaron impedir el rápido evance del imverturba- ble Acha. Nutridos fuegos de fusilería y la metralla de un ca-
ón i—
(1) Llámase así en las provincias de Cuyo a un viento caliente que
se pronuncia del Oeste como resultado del choque entre los Gel Sud y del Norte.